El acusado pensó, quizás demasiado tarde, que su defensa era imposible. Contemplaba serenamente la puerta que se abría y la fila de los miembros del jurados entrando en la sala.
–En pié –rugió el ujier y el juez hizo su entrada en la sala. En ella se sentaban una multitud de curiosos y los representantes de la prensa. El cuchicheo cesó de repente.
–¿Tiene el jurado un veredicto? –inquirió el juez.
El presidente del jurado se puso en pie. Extrajo sus gafas del bolsillo de la chaqueta y, ceremoniosamente, exclamó:
–Consideramos al acusado inocente del cargo de que se le acusa -y se quitó las gafas levantando la mirada, como si esperase la reacción de los demás.
Los ojos del acusado mostraron un brillo de increíble alegría. El juez miró al jurado, interrogante.
–Señores del jurado... ¿consideran inocente al acusado?
Esta última frase brotó irritadamente de su garganta. A duras penas recobró la compostura. El presidente del jurado volvió a coger su gafas...
–Señoría... si me permite... –interrumpió el fiscal.
–Adelante abogado –respondió el juez.
–Teniendo en cuenta los particularidades del caso, creo conveniente que declare nulo este juicio.
El abogado de la defensa saltó de su asiento.
–¡Protesto, señoría! Desde un principio todos asumimos esas “particularidades” de las que habla el fiscal, conscientes de lo que significaban. Hemos celebrado un juicio justo en el que mi cliente ha sido declarado inocente. Solicito a Su Señoría que lo deje en libertad.
El público en la sala comenzó a murmurar. Ante el silencio del juez se oyó de nuevo la voz del presidente del jurado:
–Consideramos al acusado inocente del cargo de que se le acusa.
Y de nuevo, ante el asombro de todos:
–Consideramos al acusado inocente del cargo de que se le acusa.
El fiscal, manos en jarras, voceó:
–¡Exigimos que se anule el juicio!
El abogado defensor quiso hablar pero el murmullo era ya un vocerío y sólo la maza del juez golpeando fuertemente se distinguía sobre el alboroto.
–Señores, señores...
Finalmente se hizo el silencio. Denso y expectante. Antes de que el juez pudiera articular palabra se oyó de nuevo la voz...
–Consideramos al acusado inocente del cargo de que se le acusa...
Visiblemente contrariado, el juez se levanto y, ante la expectación general, dijo:
–En base al comportamiento observado en este jurado me veo obligado a declarar nulo el juicio. El acusado seguirá bajo la custodia de las autoridades.
El alboroto fue indescriptible.
–Asimismo– prosiguió el juez golpeando fuertemente con su maza –me veo obligado a recomendar a las autoridades que no vuelvan a utilizar este jurado hasta que sea revisado por el departamento técnico competente.
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