Ben-Hur es la primera película que recibió 11 premios oscar, récord que ostentó durante casi 40 años hasta que fue igualada por Titanic (James Cameron, 1997) y El retorno del Rey (Peter Jackson, 2003).
Cuenta la historia de Judá Ben-Hur (interpretado por Charlton Heston), un rico príncipe judío que gozaba de una buena posición social en los primeros años del siglo I en Palestina a donde llegan nuevas tropas romanas al mando del tribuno Messala, quien se crió en la región y fue amigo de Judá. Éste ve una oportunidad de mejorar la suerte de su pueblo pero Messala pretende servirse de su amigo para que delaté a los enemigos de Roma. La relación entre ambos se deteriora y un desafortunado accidente, en el que se ve involucrado el gobernador romano, sirve a Messala de pretexto para arrestar a Judá, enviarlo a galeras y encarcelar a su madre y a su hermana.
Cuando los condenados a galeras, entre los que se encuentra Judá, hacen un alto en el camino para que los soldados romanos y sus caballos sacien su sed, los lugareños se apresuran a socorrer a los condenados pero los soldados romanos no permiten que den de beber a Judá. Parece que tienen ordenes especiales para él. De entre la penumbra de un taller de carpintería sale la figura de un hombre que ofrece el agua deseada y su consuelo a Judá, quien tras apagar la sed eleva su mirada agradecida hacia su benefactor. Es en ese momento cuando vemos reflejado en esa mirada de Judá Ben-Hur el rostro de Jesús.
Años después, Judá vuelve a Palestina como hijo adoptivo del cónsul de Roma Quinto Arrio, a quien salvó la vida en el fragor de la batalla cuando llevaba años de esclavitud encadenado a un remo en la flota romana. Judá ha destacado en las carreras de cuadrigas y reta a Messala en la pista de carreras. Messala, a pesar de sus malas artes no logra vencer a Judá y termina herido de muerte tras ser arrollado por los caballos de una de las cuadrigas.
Judá encuentra a su madre y hermana en unas cuevas donde se esconden: han contraído la lepra en las mazmorras de la prisión romana. En el camino de vuelta a casa contemplan cómo los soldados romanos conducen a tres condenados a muerte de cruz. Judá cree reconocer a uno de ellos y logra acercarle un poco de agua para mitigar su sufrimiento recordando el rostro de quien le auxilió años atrás, el rostro de Jesús.
Judá vuelve a su casa mientras los soldados romanos crucifican a los condenados. Con el último aliento de Jesús se obra el milagro y la madre y la hermana de Judá quedan curadas de su enfermedad a la par que Judá recupera la serenidad perdida por los muchos años de exilio y penalidades.
Durante la película se ve la figura de Jesús de espaldas o parcialmente, nunca su rostro. Pero éste queda reflejado en la mirada de Judá, en la de su familia, en la del centurión romano que le negaba el agua a los presos y en la de tantos otros que le ven pasar camino del calvario.
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