11 de diciembre de 2010

Una persona buena

Me gusta apreciar los matices que hay entre las frases "una buena persona" y "una persona buena". En el primer caso, entiendo, estamos alabando al destinatario de la frase por cualidades concernientes a su carácter y presencia, cualidades que se detectan a la primera: alegría, simpatía, honradez, generosidad y otras muchas. En el segundo caso nos estamos refiriendo a cualidades arraigadas más profundamente en el corazón y la voluntad, que posiblemente sean las mismas, pero que surgen de un convencimiento interior más profundo.

Me acuerdo ahora de la película ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946) que nos cuenta la historia de George Bailey, interpretado por James Stewart. George es "una persona buena" que durante toda su vida ha sufrido una serie de contrariedades y sufrimientos por ayudar a los demás, por hacer lo que el consideraba correcto. Todos los proyectos que tenía se han visto pospuestos una y otra vez por circunstancias ajenas y su vida se le ha escapado de las manos. No vamos a contar ahora una trama de sobras conocida (quien no haya visto la película no tiene excusa) pero lo cierto es que al final de una cadena de acontecimientos desafortunados George, desesperado, arruinado y con un pie en la cárcel, piensa que la única solución es suicidarse tirándose al río desde un puente para que su familia cobre el seguro de vida y evite la bancarrota.

Es en ese momento cuando aparece Clarence, un ángel de la guarda de segunda categoría y sin alas, personificado en la figura de un anciano torpe y bonachón. Ante la desesperación de George, Clarence le muestra cómo hubiera sido la vida de todos aquellos a los que ha ayudado si él no hubiera existido y comprueba la cantidad de tragedias y sufrimientos que ha evitado. George reconsidera la opción de suicidio y vuelve junto a su familia a tiempo de ver a sus amigos, esos a los que socorrió en algún momento, unidos en torno a él y dispuestos a ayudarle. El final de la película es muy feliz y termina con el detalle de una campanilla del árbol de navidad que suena, señal de que Clarence ha conseguido sus alas.

Se me ocurre pensar que una "persona buena", por ejemplo George Bailey, seguramente habrá querido en más de una ocasión pegar un puñetazo encima de la mesa, plantarse y decir "hasta aquí hemos llegado". Pero su sentido intimo y profundo de lo que está bien hecho, de lo que es correcto, le da fuerzas para seguir adelante. Y se me ocurre pensar también que "una buena persona" quizás sí hubiera llegado a dar ese puñetazo encima de la mesa.



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