No suele ser para mi un indicativo de que una película es buena el número de premios Oscar ni, como es el caso, el de candidaturas. Más bien al contrario, tiendo a aplicar una especie de relación inversa entre el número de estatuillas y la calidad de la cinta.
Y con sorprendente frecuencia me equivoco y resulta que las películas premiadas no son tan malas. Es el caso de "El discurso del Rey" que, a pesar de sus 12 candidaturas, es una magnífica película.
El guión está basado en hechos ciertos. Narra la historia del rey Jorge VI de Inglaterra y su inesperado ascenso al trono en las dramáticas horas previas a la II Guerra Mundial. Muchas escenas de gran importancia histórica ceden su protagonismo a la peculiar relación del Rey con el logopeda que lucha por curar su tartamudez, eje sobre el que gira la historia.
Las interpretaciones, de Colin Firth y Geofrey Rush sobre todo, soportan el peso de la película con un resultado perfecto. La ambientación tan cuidada y cercana, que revela con un colorido inesperado los recuerdos en blanco y negro de dichos años, arropa el guión con mimo y delicadeza. Y qué decir de esos planos exteriores en los que la famosa niebla de Londes parece cobrar vida y acompañar a los protagonistas.
La música, desde esas notas de piano tan sencillas, claras y armoniosas de la partitura original hasta la soberbia y paradójica inclusión del segundo movimiento de la 7ª sinfonía de Bethoven como fondo del discurso del Rey a su pueblo en los inicios de la guerra, enfatizan y destacan los momentos y ambientes de manera muy acertada.
Se trata, en definitiva, de una muy recomendable película, con independencia del número de premios que acabe obteniendo en la gala del próximo día 27 de febrero.
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