En blogdecine.com comentan acerca de la opinión de la NASA sobre las películas más absurdas de la historia: 2012, El núcleo, Armaggedon, Volcano, Reacción en cadena o El sexto día. ¡Sin comentarios!
Por el contrario, la NASA califica positivamente a Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993), Metropolis (Fritz Lang, 1927) o Gattaca (Andrew Niccol, 1997), películas que respetan lo que podríamos llamar la ortodoxia científica, el poder ser más que el querer ser, la ciencia-ficción antes que la ficción imposible.
En definitiva es una cuestión de gustos y opiniones. A mi, personalmente, lo que me gusta es la coherencia. Me parece bien un guión que surja de una base exagerada, por así decirlo, pero que respete dicho punto de partida. Tomemos por caso la posibilidad del viaje en el tiempo. Si admitimos esta premisa y la paradoja del nieto que vuelve al pasado para matar a su abuelo, podemos desarrollar una estupenda historia, como la que plantea El final de la cuenta atrás, que siempre me ha parecido de lo mas sugerente.
Por el contrario existen películas de temática aparentemente normal que, sin hacer una apuesta declarada por un asunto imposible, caen en la incoherencia argumental, científica o de meros detalles. No puedo soportar esas escenas en que el actor aporrea el teclado de un ordenador a una velocidad endemoniada para, en cuestión de segundos, crear un código informático que salvará el mundo de la extinción. O esas en que se muestra un virtuosismo a la hora de tocar un instrumento que resulta a las claras simulado.
Pero, y como he comentado antes, una buena película se define como tal por cada quien si ha disfrutado con ella y por las razones que estime más oportunas.
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